Todos creamos información, constantemente.
El volumen de información en internet seguirá un patrón de crecimiento exponencial, diariamente.
Cada vez será más laborioso discernir qué información es relevante y confiable y cuál no lo es.
Para la toma de decisiones necesitamos de información relevante, confiable y contextualizada.
Cuanto más difícil y más tardemos en conseguirla, más necesarias se vuelven la vigilancia tecnológica y la inteligencia competitiva.
Inteligencia competitiva y posicionamiento en el mercado
La inteligencia competitiva es el proceso de obtención, estructuración, análisis e interpretación de información relevante sobre los competidores, los micro -y macro- entornos de la empresa, que proporciona conclusiones y recomendaciones para la toma de decisiones más acertadas. La finalidad de este proceso es asegurar a la compañía su posicionamiento competitivo, consolidarlo y materializarlo en resultados que redunden en beneficio del negocio.
El papel de la vigilancia tecnológica
La vigilancia del entorno (tecnológico, sectorial, regulatorio, las redes sociales, las iniciativas innovadoras, etc.), a su vez, es el subproceso que nos asegura la obtención más relevante y en menor tiempo posible de la información -materia prima para las actividades de la inteligencia competitiva-.
En otras palabras, la vigilancia es la “responsable” de la detección de la información, mientras que la inteligencia conecta la información capturada con el saber de y sobre la propia empresa, y con la acción.
Es decir, en un contexto empresarial, la “inteligencia” como producto, lleva implícitamente el propósito de acción.
Si aumentamos el zoom definitorio de inteligencia competitiva, ya tendremos que hablar de que es un proceso dinámico, sistemático y recursivo; considerar como competidores los actuales (principales y secundarios, y/o los grupos estratégicos sectoriales) y los potenciales; atender a los factores sociales, culturales, económicos, regulatorios, tecnológicos, las redes sociales, etc. del macro entorno; tratar información legal y éticamente obtenida, identificando relaciones, patrones ocultos, etc.; cubrir las dimensiones temporales del presente, del pasado y del futuro; especificar las numerosas técnicas analíticas, algunas generales y otras exclusivas; diferenciar claramente la manifestación última de un producto «inteligente» que son las conclusiones en base al análisis, y las recomendaciones para resolver la necesidad de origen, evaluando consecuencias e impactos; y sin olvidarnos de los distintos planos empresariales a los que sirve la inteligencia competitiva – estratégico, táctico y operativo.
¿Dónde detectamos el problema al que se enfrentan gran parte de las empresas españolas? No está en la confusión conceptual. Está en la implantación eficaz y operativa de la vigilancia del entorno y de la inteligencia competitiva en la empresa real. Todos coincidimos que “leer” no es lo mismo que “aprender”, ni que “aprender” es lo mismo que “hacer”; y de la misma manera, “hacer” no es lo mismo que “hacerlo correctamente”. Es la fase de implantación de la vigilancia tecnológica y de la inteligencia competitiva donde se suele fallar…
Para bien o para mal, vivimos en unos tiempos en los que, si las empresas no innovan, no crean y consolidan nuevas ventajas competitivas, o no se esmeran en producir de manera eficiente, seguramente desembocarán, más bien pronto que tarde, en una pendiente que inevitable y tristemente las llevará a mermar sus beneficios y competitividad.
La vigilancia tecnológica y la inteligencia competitiva son una palanca que puede ayudar a evitar esa pendiente.