ASG no solo es un puente hacia más y mejores inversiones, sino también hacia la reputación corporativa, la captación y la fidelización de los clientes
En los últimos años se han aceptado y adoptado cada vez de manera más decidida los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en la toma de decisiones de las empresas, si bien existen aún ciertos temores en reconocer que dichos criterios tengan realmente un impacto en los objetivos de una empresa, beneficios que a través de una buena gestión de estos factores tienen, de hecho, un beneficio más allá del puramente económico para la propia empresa y para sus accionistas.
La gestión del ASG no es un concepto sólido e imperturbable, sino que se refiere al conjunto de riesgos y políticas que una empresa debe gestionar y equilibrar de manera cuidadosa para tratar de lograr un valor sostenible de su negocio a largo plazo. No cabe duda de que la intervención de reguladores, supervisores y agentes políticos y económicos es necesaria para afrontar este tema de manera ordenada y con impacto significativo en todos los retos que plantea, desde los climáticos y ambientales, hasta los sociales y de gobernanza que requiere toda gestión “novedosa”. El impulso regulatorio y político es una palanca que, sin duda, motiva (y obliga) a la transformación, pero es evidente que cada compañía, sus directivos y su consejo de administración deben mirar más allá de los beneficios a corto plazo de los accionistas y buscar la creación de valor sostenible a largo plazo, teniendo en cuenta a todas las partes interesadas, incluidas las implicadas en las cuestiones ASG, actuando con prudencia para la consecución de dichos objetivos. En definitiva, el único papel de la empresa no es ni debe ser maximizar los beneficios de los accionistas, sino que sus ejecutivos y consejeros dispongan de criterio empresarial suficiente (y necesario) para promover el éxito sostenible y el crecimiento del valor de la empresa a largo plazo.
Dar valor al accionista ha sido la tesis dominante en el pensamiento de los líderes empresariales durante la segunda mitad del siglo XX. El error y los peligros de la adhesión estricta a esta teoría quedaron claramente expuestos con la crisis financiera de 2008. La gravedad de la recesión económica mundial puso de manifiesto que centrarse exclusivamente en la maximización a corto plazo del valor para el accionista va en detrimento del crecimiento sostenible y la innovación, y marcó el inicio del declive de esta teoría. En los años que siguieron a la crisis financiera, los líderes empresariales, los responsables políticos y los inversores abogaron cada vez más por una concepción más amplia del objeto social, que promueva el crecimiento del valor empresarial a largo plazo.
Cada elemento de la gestión del ASG es independiente y representa un conjunto diferente de cuestiones importantes que las empresas deben equilibrar cuidadosamente para garantizar su viabilidad y éxito a largo plazo.
Juan José Ortiz, partner de Axis Corporate
La creciente preocupación por estos asuntos ha coincidido con una mayor atención a las cuestiones de personas y al trato de los empleados en el lugar de trabajo, también motivado por la pandemia el COVID-19. El compromiso generalizado de hacer frente al racismo y la injusticia sistémicos, el énfasis en la diversificación de los miembros de los consejos de administración de las empresas (a través de numerosos tipos de diversidad, incluyendo la diversidad de género y étnica, así como la diversidad de antecedentes y experiencia), y el creciente impulso para combatir la degradación del medio ambiente y el cambio climático.
El aumento de la preocupación por las cuestiones ASG en todo el mundo están poniendo sobre la mesa cuestiones complejas sobre el propósito de las empresas, la responsabilidad social, la sostenibilidad a largo plazo y la creación de valor.
Juan José Ortiz, partner de Axis Corporate
En definitiva, el objetivo de una empresa es y debe ser llevar a cabo una actividad de negocio legal, ético y responsable, rentable y sostenible para garantizar su éxito y aumentar su valor a largo plazo. Para ello es necesario tener en cuenta a todas las partes interesadas que son fundamentales para su éxito (accionistas, empleados, clientes, proveedores y comunidades), tal y como lo determinan la empresa y su consejo de administración utilizando su criterio empresarial y con un compromiso regular con los accionistas, que son socios esenciales en el apoyo a la empresa en la consecución de su propósito. Reivindicar este concepto de propósito corporativo requiere necesariamente tener en cuenta los principios ASG, ya que no hacerlo lastraría el valor y el éxito a largo plazo de la empresa. Es más, ignorarlo dejaría fuera del tablero de juego a la empresa que así actúe y su reputación quedaría en entredicho.