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En la actualidad, estamos viviendo una revolución silenciosa al tiempo que poderosa e inquietante a nuestro alrededor, gracias a la inteligencia artificial (IA). Una revolución de la que probablemente sólo estamos visualizando la punta del iceberg. Según un informe de Goldman Sachs, las mejoras relacionadas con la IA Generativa podrían generar un impulso del 7% en el PIB mundial. Pero ese indudable efecto positivo no es el único. Entre otros, la IA lleva asociada un efecto sustitución de la inteligencia humana por esta nueva inteligencia, con un impacto claro sobre lo que hoy entendemos como “trabajo” y la sostenibilidad del estado de bienestar. Cuestiones ambas, más que relevantes.

En el ámbito del área del CFO la aplicabilidad de esta tecnología alcanza sus diferentes ámbitos de actuación con un impacto material en su nivel de eficiencia y en la propuesta de valor hacia el negocio. En cuanto a lo primero, Gartner pronostica que la IA doblará la productividad de esta función en los próximos tres años. En relación a lo segundo se considera que con el despliegue de estas nuevas capacidades, la función financiera va a intensificar su nivel de agilidad operativa y va a poder lograr una aportación al proceso de toma de decisiones de mayor impacto.

En el ámbito de los procesos de administración financiera, la robótica de primera generación ya había logrado un incremento relevante en la automatización de estas tareas. Ahora, con la inteligencia artificial es posible dar un paso adicional en esa evolución atacando aquellas actividades de automatización compleja por el peso que el juicio humano tenía en su ejecución.

Esta mayor automatización en la ejecución de estos procesos hace viable la adopción de modelos de plataforma de servicio en los que la ejecución se sustenta combinando capacidades de inteligencia artificial con robótica de menor complejidad sobre soluciones de ERP de nueva generación, que se integran con otras aplicaciones internas y con agentes externos de forma flexible a través de un ecosistema de “apis”.

Bajo este modelo se reduce de forma más que material la necesidad de factor humano, siendo la optimización y mejora continua de estos procesos mediante la aplicación de estas tecnologías su foco de actuación. Se evoluciona de esta manera hacia un concepto de “función financiera autónoma” que se sustenta en la casi plena automatización de sus procesos. Adicionalmente, estos modelos facilitan a su vez la centralización de estos procesos, y los dotan de una esa mayor agilidad operativa antes mencionada, llevando a las tradicionales configuraciones de centros de servicios compartidos a un nuevo nivel de excelencia. No sólo van a poder operar de forma más eficiente, sino que a su vez son capaces de integrar nuevas compañías o geografías de forma más sencilla y rápida, anticipando las sinergias de todo proceso de toma de control.

En el área de planificación y control la aplicación de la inteligencia artificial donde tiene más recorrido es en el ámbito de los procesos de apoyo a la toma de decisiones. La operativa transaccional más relacionada con la preparación de información de gestión generalmente ya ha sido resuelta con robótica más básica.

Donde la inteligencia artificial ofrece nuevas posibilidades es la interpretación del dato y en su proyección a futuro. La inteligencia artificial entiende el dato, extrae conclusiones y las presenta de forma orientada a la toma de decisiones. Junto con esa racionalización del dato, la inteligencia artificial es capaz también de proponer posibles escenarios de evolución a futuro del negocio apoyándose en una algoritmia cada vez más precisa.

Manuel González, Responsable del área de Función Financiera

Ello facilita la adopción de modelos de planificación dinámica y en continuo, muy lejanos de esa burocracia y pesadez que preside los procesos presupuestarios tradicionales, con los que lograr una gestión mucho más proactiva del entorno de negocio. En ambos casos estamos ante ejemplos claros de lo que implica una gestión data driven basada en el dato y de corte científico, que está en las antípodas de ese modo de hacer basado en “la experiencia”, que, si bien debe tener su espacio en este nuevo paradigma, ése ha de ser en una segunda instancia y como ajuste fino de las propuestas realizadas por esta nueva inteligencia.

Dicho eso, estamos ante una nueva fase del proceso de transformación iniciado con la irrupción de la digitalización. Una etapa evolutiva en la que se hace más evidente la convergencia de las tecnologías digitales, y que abre la vía a nuevas eficiencias y cambios de naturaleza holística, que más pronto que tarde obligarán a reflexiones y cambios estructurales tanto a nivel empresarial como social.

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