En el informe “The Future of Electricity. New Technologies Transforming the Grid Edge” realizado por el World Economic Forum, se ha querido destacar por encima de otras cuestiones el papel de las tecnologías asociadas al desarrollo de la red eléctrica por consideran su adopción e implantación más veloz en comparación con cualquier otra. Esta visión, y haciendo referencia al coche eléctrico, podría anticipar un punto de inflexión sobre su crecimiento exponencial, pero ¿cuál será y cuándo llegará ese punto de inflexión que augure un crecimiento rápido y acorde a la demanda del mercado?
El coche eléctrico no viene a solucionar ninguna limitación que permita incrementar la calidad de vida desde el momento de su recarga, como sí lo han hecho otras tecnologías. Este tipo de vehículos viene a solucionar un problema social, principalmente en las grandes ciudades donde la contaminación afecta a la calidad de vida de los ciudadanos. Por ello, entendemos que son muchos los factores que tienen que confluir para que pueda llegar ese punto de inflexión en su adopción, y que deben resolver preguntas tan concretas como:
- La tarificación de la electricidad ¿seguirá los modelos actuales, o en el caso del coche eléctrico empezará a incluir los mismos impuestos que los combustibles más contaminantes?
- La recarga de todos los automóviles ¿estará asegurada por las actuales redes de distribución, o son necesarias inversiones y nuevas infraestructuras para la nueva demanda?
- ¿Cuál será el modelo de recarga que se utilice? ¿Necesitaremos un modelo de distribución como el que requieren actualmente los vehículos? ¿Será la localización un factor clave o el servicio en el punto de recarga?
- ¿Cada punto de recarga podrá surtir electricidad de un único comercializador, o dependerá de la decisión del cliente (sea el propio coche o la persona que lo esté utilizando)?
- La construcción de baterías parece ser un limitante por el uso de materiales escasos, incluso más que los combustibles fósiles actuales. ¿El uso de estos materiales provocará un modelo de explotación de recursos del que tengamos que arrepentirnos en el futuro? ¿Estamos cambiando el foco del problema?
- ¿Continuaremos teniendo la necesidad de ser propietarios de un vehículo en las grandes ciudades? ¿Triunfarán los modelos de vehículos compartidos? ¿Influirán las políticas de transporte público más eficiente y no contaminante?
- Las nuevas tecnologías como el IoT, blockchain, Big Data o la Inteligencia Artificial serán catalizadores de otras como el coche eléctrico, pero ¿su implantación en infraestructuras y ciudades potenciarán su adopción o no tendrán ningún efecto?
- ¿Quién va a gestionar los datos generados cuando los vehículos y las infraestructuras estén conectados? ¿Qué coste va a tener la conectividad necesaria? ¿Quién asumirá el coste de la misma? ¿Será la llegada del 5G clave para la adopción del coche eléctrico en las ciudades?
- ¿Influirá el coche autónomo? ¿Estará asegurado el control y seguridad de los datos generados, de carácter personal y técnico, y con posibilidad de controlar el vehículo de forma remota?
- … y muchas más.
Numerosas cuestiones que aún no cuentan con respuesta. Sin embargo, lo que sí es evidente responder y afirmar es que el coche eléctrico es una realidad presente y futura. Todas las previsiones y modelos de compromisos con la reducción de gases de efecto invernadero cuentan con el vehículo eléctrico como uno de los factores de transformación social y económico. Además, es uno en los que más podemos influir a nivel social porque la decisión no requiere de un pacto nacional, europeo o mundial, sino de una decisión personal respecto al nivel de contaminación que estamos dispuestos a generar con nuestra movilidad. En otro punto se encuentran todas las decisiones tecnológicas, legales, industriales, normativas y políticas que responderán las preguntas lanzadas en este artículo y que crearán el marco donde las personas tomaremos nuestras decisiones.
Co-autor: María Escribano, Consultant